martes, 30 de marzo de 2010

30 de Marzo de 2010

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Hoy empiezo este blog porque ha sido uno de los días más increíbles de toda mi vida.
¿Y por qué? os estareis preguntando. Pues porque hoy he podido hablar por teléfono con uno de mis escritores favoritos... ¿Quién me iba a decir a mí que mantendría una conversación con el mismísimo AlbertoVázquez Figueroa? Ni en sueños me hubiera imaginado que algo así podría suceder. Pero así ha sido.

Recuerdo en estos momentos, cuando de jovencita hice cola para que el cantante Sergio Dalma me firmara su LP, aquel
Bailar Pegados que tanto escuchamos y que nos llevó al segundo puesto en Eurovisión hace ya no sé cuantos años. Y recuerdo otra cola, también interminable, para que los protagonistas de una serie, que se emitía en TV3, me firmaran el libro de la misma en un Sant Jordi de no sé bien qué año. Pero esto ha sido distinto, esto ha sido una petición, un mail, un número de teléfono y...una VOZ. La voz de Alberto Vázquez Figueroa, con ese acento tan característico de Sta. Cruz de Tenerife y ante todo esa amabilidad.
Yo, que sólo quería que me respondiera a cuatro o cinco cuestiones, le mandaba un mail, ayer por la tarde, pidiéndole su atención para poder completar un trabajo que me habían pedido en la Escuela Oficial de Idiomas. Sin imaginar siquiera que lo leería ayer mismo, me voy esta mañana a la biblioteca a conectarme y a comprobar (ilusa yo) si me había respondido. Veo un número diferente en la Bandeja de entrada e investigo. ¡SANTO DIOS! Me ha contestado. Con los nervios a flor de piel lo abro y me responde que no es muy dado a hacer esas cosas pero que puedo llamarle a partir de las 11. ¿Llamarle? No he leído bien ¿Llamarle? Sí, pone ¡llamarle! Recojo mi netbook en dos segundos y vuelvo a casa. Si antes tenía los nervios descontrolados ahora están desbocados. Me quito el abrigo y también me sobra el jersey. ¡Qué calor que tengo por favor! Cojo papel, bolígrafo y el inalámbrico. ¿Qué le voy a decir? ¿Hablaré directamente con él? ¡Dios mío! ¿Lo hago o no?
Tengo que hacerlo: tomo aire y marco el número. Comunica. Ufff ... es una señal. Pero una señal ¿de qué? Tengo que ser valiente, ayer le escribí ¿por qué me voy a acobardar ahora? Pero es que una cosa son las letras y otra la palabra hablada. Tengo una lucha interna: mi timidez y mi valentía. Y pienso que he sido tímida demasiados años y que estos mismos años me han dado fuerza. Así que vuelvo a marcar. Suena (madre mía, suena). Y contesta una voz. No le reconozco y pregunto si puedo hablar con él.
Soy yo mismo responde. Durante 2 segundos se crea un silencio ensordecedor y me grito a mí misma ¡Habla! Y a trompicones empiezo una frase y él dice otra...el aroma de las islas resuena en mis oídos, mi corazón se calma y durante diez maravillosos minutos tengo el honor de poder hablar con alguien que creía inalcanzable pero que, durante esos momentos, se ha presentado en mi vida como alguien muy cercano, amable, complaciente y encantador.

Sigo flotando al recordar que uno de los escritores más importantes de este país, y el más leído durante 30 años, ha estado hablando conmigo, una completa desconocida, con toda la sencillez y naturalidad que hace grande a un GRAN HOMBRE.

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